Lamentablemente, la movilización en la universidad lleva años de derrota en derrota, asimilando decretos, leyes orgánicas y planes educativos que vienen con cada gobierno y que amplían la reforma del gobierno anterior. Ante esto, el movimiento estudiantil ha ido respondiendo por oleadas y con escasa efectividad. Este comportamiento cíclico y de casi eterna repetición tiene una explicación muy básica basada en el hecho de que los alumnos movilizados cuando acaban los estudios se van abandonando este espacio de movilización. Esto último provoca que dicho comportamiento cíclico y repetitivo se agrave por una deficiente transmisión de información de los que acaban su etapa a los que la empiezan.
Así, tiende a haber una permanente repetición y una constante derrota motivada por una falta de planificación, de objetivos y actuaciones a medio plazo, propiciadas por el carácter temporal y desmemoriado del movimiento estudiantil que dificulta su desarrollo a largo plazo. Ante esto, el movimiento estudiantil a menudo acaba siendo una rémora que persigue los decretos y la agenda que el estamento político impone, situándose y conformándose con la posición de respuesta. Todo ello provoca que en esencia las reclamaciones siguen siendo las mismas que hace 40 años, y es que, como apunta un entrevistado, Jordi Estivill, la universidad es una gran máquina burocrática, y esto hace que, a pesar de ciertos periodos de agitación y contestación, de cambio, cuando esa marea baja, vuelven a florecer los mismos mecanismos que existían.
A la vez, la crecientes divisiones en el colectivo de docentes, el de alumnos y el de personal de administración y servicios provoca desigualdades en los tiempos, objetivos y voluntades; lo que acaba traduciéndose en una disincronía casi permanente entre los distintos colectivos. Situación que, claramente, beneficia a los agentes políticos y económicos que buscan implantar sus intereses en la universidad; quienes parecen alzar como estandarte el típico “Divide y vencerás”.
Las cuestiones que exponemos en los capítulos anteriores dedicadas a la situación y fraccionamiento del cuerpo docente (PDI), junto a las dinámicas en las que el alumnado se ve sumergido y la precarización del personal de administración y servicios(PAS) apuntalan esta situación de dejar hacer. Así, uno puede ver actuaciones que oscilan entre lucro personal de unos pocos cargos intermedios bien remunerados, el arribismo y el pragmatismo, al conformismo, la pasividad, la derrota y la desesperanza, y al miedo de aquellos que pueden perder su trabajo por destacar políticamente en la facultad: y no es infundado, en la Pompeu Fabra, cuando el actual director de la AQU, Josep Joan Moreso era rector, hubieron despidos políticos, entre ellos a delegados sindicales tal y como aprecia el juzgado social 3 de Barcelona. (1)
Con todo, actualmente, los mecanismos más fuertes de oposición se encuentran en las asambleas de facultad, donde convergen estudiantes y donde también acuden estudiantes en representación de sindicatos y/u organizaciones. Estas asambleas en Catalunya se cordinan a través de la PUDUP (Plataforma Unitaria en Defensa de la Universitat Pública), una coordinadora que se reune periodicamente y aglutina las distintas asambleas y relaciona los distintos núcleos, incluyendo, si acuden, profesorado y personal de administración. Asimismo, están empezando a asentar su bases asambleas de profesorado así como otro tipo de organizaciones que buscan, por un lado, la defensa de los derechos de los trabajadores de la universidad pública y, por otro lado, la defensa de la universidad.
Próximamente, ampliaremos este capítulo explicando las distintas organizaciones sindicales, asamblearias y políticas que conforman los mecanismos de respuesta social en la universidad.
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